lunes, 27 de abril de 2009

Políticamente incorrectas

“No, no hay peligro de que pueda aparecer en una revista posando en biquini”. Arantza Quiroga se ha desmarcado ya en varias ocasiones del resto de las mujeres políticas de nuestro tiempo. No comparte feminismos radicales ni el uso del preservativo, además tampoco cree en eso de posar para una revista cual modelo escultural.
Esta mujer, actual presidenta de la Cámara Vasca, concedió hace poco una entrevista en la que dejaba clara su postura con respecto a todos esos temas de los que tanto se habla y con los que hay que ser políticamente correcto si no quieres que tu carrera caiga en picado antes de despegar. Sin embargo, a ella esto parece darle igual: reconoce todos los aspectos que cualquier otro político preferiría ocultar al menos durante un tiempo, mientras se consolida su carrera: “nunca usaría un preservativo”, “soy católica practicante y la religión me ayuda a ser mejor y preocuparme por los demás”, o el hecho de haber reconocido su cercanía al Opus Dei. Estas declaraciones son muestras de la valentía de Quiroga, que al reconocer estas posturas se complica más la vida en el cargo que desempeña. Pues si ya es difícil caer bien en España cuando uno no va de super progre y prefiere aferrarse a sus ideas propias, en el País Vasco y en Cataluña, esta postura es aún más crítica. Quizá no es valentía, ¿no?
Y es que en estos tiempos, cualquiera que levanta un poco la voz está mal visto, a menos que lo haga para relativizarlo todo dejando claro que respeta a todo el mundo sin importar nada, porque no es quien para juzgar…La gente ya no se moja, mojarse es malo, dejar claro que crees en algo y aferrarte a ello ya no es heróico ni honorable, es patético. Sólo hay que ver el éscandalo que se ha montado en Estados Unidos con la respuesta de Miss California a la pregunta que le hizo con esa maldad característica, que no picardía, el auto proclamado “Queen of all media” Perez Hilton. El blogger aprovechó su momento ante las cámaras para cubrirse de gloria y extender aún más esos 15 minutos de fama que parecen no acabar nunca para este “caballero”. Tras citar una serie de estados Perez hizo una pausa dramática y la cara de la rubia se transformó en un poema trágico. De pronto la pregunta que ya todos esperaban, al menos todos aquellos que conocían la lista de estados que han legalizado la unión civil entre homosexuales: “¿Crees que es justo discriminar a una persona por su orientación sexual o merecen las parejas gays los mismos derechos que las heterosexuales, incluído el derecho al matrimonio?” Ella, que venía preparada para declrarar su deseo ferviente por la paz mundial y su amor por los pobres niños de África, no dudo ni un momento en acudir a a ese patriotismo blando y tibiamente religiosos que caracteriza a muchos estadounidenses y tras enaltecer la libertad que ha estado presente en el país desde su nacimiento y el amor que siente por su patria, su religión y la Biblia, la candidata sonrío creyendo controlada la situación y espetó una conclusión final que le valió los abucheos del respetable: “Creo que el matrimonio sólo debe ser entre un hombre y una mujer”.

martes, 21 de abril de 2009

Cambio Radical

“Extreme Makeover”, “Cambio Radical”, “Esta casa era una ruina”… Son decenas de programas que muestran paso a paso los cambios “radicales” y absolutos realizados sobre la fachada de una casa o en el rostro y cuerpo de una persona cuyos defectos físicos le han supuesto una imposibilidad de adaptación severa.

Así, han pasado por el quirófano cientos de personas en Estados Unidos y Reino Unido para mostrarnos un antes y un después espectaculares, y todo el proceso sufrido entre la primera foto y la última.

¿En qué consiste un cambio radical? El adjetivo radical dice todo lo que no vemos en estos programas. Y es que no se trata de una transformación total, desde la raíz, de ahí radical. Se trata sin más de un cambio de rostro, un lavado de imagen, una renovación de fachada: la esencia de la persona, su personalidad, sigue siendo la misma. Las personas no cambian porque cambien su aspecto externo. Un cambio radical requiere una disposición previa interior, hace falta fuerza de voluntad para reconocer nuestros problemas reales y nuestros defectos y aún más fuerza para efectuar el cambio. Que un montón de cirujanos que son más “celebrities” que médicos se empeñen en transformar tu sonrisa y tu nariz, tus pechos o tu cintura no significa nada más ello de eso. Aún peor, estos cambios han llegado a provocar en quienes los vivieron en distintas ediciones del programa una incoherencia interior que ha generado traumas graves. En una ocasión una mujer llegó incluso a sufrir un ataque de nervios al no reconocerse ni adaptarse a su nueva imagen. Varios meses después de su espectacular reaparición sin vendas ni hinchazones, con unos labios más carnosos que los de la Jolie, y un escote más fotogénico que el de la mismísima Scarlett Johansson, esta mujer británica fue hospitalizada debido a una “conducta absurda y un trastorno leve de personalidad”.

Esto es lo que puede pasar ahora con el gobierno de Zapatero. Después de anunciar un cambio radical en los responsables de los Ministerios más polémicos del mandato de ZP, nos dimos cuenta de que no era más radical que un cambio de fachada de la Moncloa. Y es que no se trata de un “cambio político”, sólo es una nueva capa de maquillaje para tapar la situación que ya nadie aguanta. Se fue Solbes y llegó Elena Salgado; por la puerta de atrás salió la menos querida: Magdalena Álvarez. También conocida como “Maleny” abandonó Fomento y entró un eterno socialista que se pasea por todos los saraos del Partido, José Blanco. Sin embargo, la novedad que más opiniones y desacuerdos ha generado es el nombramiento de Manuel Chaves como “Tercer Vicepresidente para las relaciones con las Comunidades Autónomas”… ¿perdón?, vaya forma más noble de abandonar la presidencia de Andalucía ante el miedo de no volver a ganar, pactando de paso una jubilación de ministro, bastante más sustanciosa que la de Presidente de Junta. Crucemos los dedos por este “nuevo gobierno”, para que no vaya a sufrir un trastorno de personalidad leve que nos llevé a todos a una hospitalización indefinida.

lunes, 6 de abril de 2009

Amistades Peligrosas

Yo tenía un amigo. La amistad es aquel tesoro del que se puede presumir sin riesgo de ser considerado prepotente, es lo anhelado por todo ser sociable por naturaleza: el hombre. Tener un amigo es una suerte, es tener la seguridad de que siempre habrá alguien ahí mirando por ti, atento a tus pasos y pendiente de tus caídas para ser la mano que te ayude a levantarte. Pero también es verdad que la amistad de verdad compromete.
Yo tenía un amigo, o eso solía creer, quería creer. Un amigo de los de toda la vida, los que son como hermanos, de hecho nos llamábamos hermano el uno al otro. Sin embargo, siempre que mi amigo estaba cerca pasaban cosas extrañas. Un día, otros amigos a los que les había presentado a mi amigo empezaron a desaparecer poco a poco, cada vez se alejaban más y contactar con ellos para cualquier cosa era una tarea casi imposible, al menos para mi, pues luego supe que mi amigo era quien hacía ahora planes con ellos. En otra ocasión, entramos en un concurrido bar y toda la gente empezó a susurrar mientras lanzaban cariñosas miradas de reproche. Yo no entendía muy bien lo que pasaba, no era del todo consciente, y prefería entender aquello como simples muestras de envidia. Después de todo, yo tenía un amigo de verdad y ellos no...¿no?
El tiempo pasó y por circunstancias de la vida nuestros caminos tomaron direcciones diferentes, casi opuestas me atrevería a decir, es más, geográficamente, del todo opuestas: él en un extremo del mapa y yo en el otro. Nos veíamos cada tres meses más o menos pero cada vez con menos ganas. Al cabo del tiempo empezamos a dejar de ser amigos. Yo no entendía muy bien porqué, pero ciertos olor a gato encerrado empezaba a alertarme de que todas aquellas situaciones incomprensibles pocos meses atrás eran síntomas de que desde un principio nuestra amistad estaba destinada a acabar en polos diametralmente opuestos e irreconciliables. Cierto día volví a mi ciudad y fue entonces cuando todo cobró sentido, abrí los ojos y entendí tantos distancias, reproches y silencios, “silencios que son la mejor forma de mentir”. Un amigo que antes era más mío que suyo pero que ahora era más suyo que mío comentó en una cena que “teniendo un amigo como él que se esfuerza por hundir la imagen que todos teníamos de ti”, no entendían porqué me resultaba tan doloroso admitir que nuestra amistad se iba al carajo. Pregunté a qué se refería con eso y entonces me empezaron a caer litros y más litros de agua helada sobre la cabeza.
“La familia no se elige, los amigos sí”. Y tanto, la familia no traiciona (casi nunca), los “amigos” sí.
“Estoy contento de poder llamarle amigo mío” ha dicho Obama de Zapatero. Cuidado.